Para
los marineros de antaño la observación del cielo era basilar para seguir una
ruta segura, y por similitud, para nosotros se convierten en caminos para
conseguir un sueño. Para la Cristiandad son la última plegaria de San Lorenzo
que, en el dolor del martirio, pidió que se hiciera realidad cada deseo por
cada estrella fugaz. Por lo que sus lágrimas, todavía hoy, alimentan nuestras
esperanzas en las noches de verano.
Las
más conocidas, por luminosidad y gracias a la claridad del cielo, son las
Perseidas o lágrimas de S. Lorenzo, que se pueden observar entre el 10-12 de
agosto, cuando nuestro planeta, en su órbita, intercepta la parte más densa de
enjambre de partículas de la cometa Swift-Tuttle. El nombre de este enjambre de
meteoritos se debe a que el radiante, o sea el punto del que parecen originarse
estos enjambres, se coloca en la constelación de Perseo.
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